lunes, 2 de enero de 2012

LA INDIFERENTE

Cuando la ví pasar,
con esa manera de caminar,
tuve ganas de tocar… ¡Epa, che!
pero solo le silbé…
¡un silbidito nomás!

ME DISPRECIÓ, NI ME MIRÓ, NI ME ESPERÓ, NI MOSQUEÓ, ME IGNORÓ.

Ella siguió sin parar,
¡Ay mamá! ¡Con ese andar!
Me salió el indio de acá,
y la quise conversar…

ME DISPRECIÓ, NI ME MIRÓ, NI ME ESPERÓ, NI MOSQUEÓ…

La seguí tres cuadras más,
dele correrla de atrás,
meta parla sin parar,
tratando de algo sacar,
teléfono, dirección o cuánto calza, cualquier cosa me servía…

ME DISPRECIÓ, NI ME MIRÓ, NI ME ESPERÓ, NI MOSQUEÓ, ME IGNORÓ.

Pero al final me cansé,
y duramente encaré,
a lo macho la paré y le dije:
“Dame un poquito de bola, mi amor”
¿Y ella que dijo? “¡No oigo, soy sorda!”, me dijo…

ME DISPRECIÓ, NI ME MIRÓ, NI ME ESPERÓ, NI MOSQUEÓ, ME PATEÓ…

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