miércoles, 10 de mayo de 2017

EN UNA NOCHE DE LUNA LLENA

Aquí me pongo a cantar,
al compás del instrumento,
que lo que canto no es cuento,
por eso causa impresión.
Sucedió lo sucedido,
una noche bien cualquiera,
que yo estando campo afuera,
me agarró la oscuridad.
De repente la vi a ella,
asomando esplendorosa,
una linda luna llena,
¡Especial pa´l lobizón!

En eso pensando estaba,
cuando sentí un aullido,
una mezcla de gruñido,
grito humano y animal.
Malhaya que me tembló,
la punta de los garrones,
y me apronté pa´correr,
abundaban las razones.
El aullido continuó,
y la luna que alumbraba,
y yo en mi pensar pensaba:
¿Y si es loba ese animal?

Carburando ese instinto,
abrió mi curiosidad,
y me arrimé despacito,
al lugar de ese aullar.
Vi un bulto estremecido,
cruzao en el alambrao,
bufaba y daba patadas,
como recién descornao.
Me arrimé más todavía,
ya resuelto a preguntar,
si un hombre lobo no habla,
podría al menos escuchar.

Más presintió mi existir,
me miró cual poseído,
y me dijo en un bufido:
“¡Ayúdeme, oriental!
Me he quedado atracao,
en este alambre sotreta,
se ve que está recién hecho,
más que alambre, estas son cuerdas.”
Pero me extraña compadre,
le dije sin titubear,
aquí alambró Mario Rodríguez,
tensaos tienen que estar.

Qué cosa que dio trabajo,
hacer zafar al paisano,
la panza no lo ayudaba,
pa´ andar en esos mandados.
No quise ni preguntar,
en qué asuntos estaba,
pues miraba los lanares,
y se le caía la baba.
Ví cuál era su intención,
andaba de caponero,
pero mirá esa figura,
que colega cabortero.

Y aquí termina mi historia,
poquito más que contar,
el paisano impresionado,
dice que va a adelgazar.
Por un tiempo abandonó,
esas costumbres mundanas,
se va a la carnicería,
igual con muy pocas ganas.
Y si tiene que salir,
ahora elige con cuidado,
alambraos bien flojitos,

y con hilos reventaos.

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