Ya desde chiquitito
me rompían las bolas,
con cuentos de aparecidos,
y otras cosas piolas.
Lobizones y luces malas,
remeros sin cabeza,
las lloronas y por qué no,
el negrito y su vela.
Y juré desde ese momento,
por Santa Catalina,
darles a todos por la jeta,
con sus supercherías.
Estudié exhaustivamente,
todos esos fenómenos,
y a toditos desentrañé,
soy un antimitómano.
Pero un día me tocó a mí,
la gran decepción,
en una noche de hermosa luna,
me volví lobizón.
Yo no quiero ser alarmista,
pero con luna llena,
tranquen bien fuerte la puerta,
y no salgan afuera.
Porque si los encuentro,
les bebo su sangre,
luego les mastico el hígado,
con el resto hago fiambre.
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